Día 5 – Palas de Rei – Arzua (30kms)

Hoy me siento más amada que nunca. Ha sido un trayecto largo e intenso, hay muchas historias por contar, pero como todos los días solo les dejaré una. Este trayecto me tenía nerviosa, yo sabía que era el más largo, pero más allá de eso, era un trayecto difícil, lo describen como el trayecto «rompe piernas» que en distancia son 30 Kms pero que en realidad se sienten como 40.

Más de una vez consideré hacer este trayecto en dos días, le tenía miedo, sin embargo ayer tome la decisión de hacerlo completo y en caso de que me sintiera mal o no pudiera simplemente pedir ayuda o desistir, sentía que el encuentro con este trayecto sería intenso y le quise sacar la vuelta, pero al final, decidí ver que tenía preparado para mí.

Al inicia el trayecto iba nerviosa, con miedo, pero a la vez emocionada, todavía no salía del pueblo cuando empecé a sentir que mi tobillo izquierdo (el que no tenía lastimado) empezó a molestarme un poco, a unos cuantos metros vi un letrero que decía farmacia y decidí desviarme un poco e ir a la farmacia a comprar otra tobillera por si fuera necesario. Al llegar a la farmacia me atendió una señora muy amable y cuando estaba pagando me dijo, no quisiera llevar una crema para el dolor (la llamaré voltaren), y dije ¡claro! ¡La crema para el dolor!, no están ustedes para saberlo pero olvide tráeme esa crema al viaje y en todo este tiempo no la había comprado ¿porque?, no tengo respuesta.

Retome mi camino, se vino la lluvia fuerte (esa es otra historia), y como en el kilómetro 7 me encontré a una mujer que iba muy lastimada de una rodilla. Le pregunte si necesitaba ayuda, le ofrecí una venda que traía (olvide que traía el voltaren) y en ese momento se acercó un señor ayudarla, sacó una crema para el dolor, le froto la rodilla, le puso mi venda y la mujer sintió alivio para poder seguir caminando. Hasta ese momento caí en la cuenta que yo también podía ponerme la crema durante el camino. Me detuve en cuanto pude a descansar, saque mi crema, me quite tenis, calceta, tobillera y me froté muy bien los dos pies y las piernas. No puedo explicarles la sensación de bienestar que tuve, casi lloro de la emoción. Ustedes podrán pensar, ¡pero como es posible! ¡Como no tenías la crema! ¡Como es posible que no te la hayas puesto en todos estos días! No tengo respuesta, solo sé que el día que más la necesitaba, la tuve en mis manos y literalmente sentí el abrazo de Dios reconfortante, que me que me decía, «con esto vas a poder a continuar».

De verdad, no saben cómo cambio todo mi panorama, deje de preocuparme por el trayecto «rompe piernas», por los 30 kms, con la crema en mi mochila me sentía en verdad súper poderosa. A partir de ese kilómetro pude entregarme libremente al camino y volver a disfrutar el trayecto, sabía que podría volver el dolor pero solo bastaba que me volviera a sentar, volver a ponerme la crema y listo. A lo largo del trayecto lo hice 3 veces y siempre con la misma sensación de bienestar. Este relato tiene muchísimas cosas en las que puedo profundizar: las emociones de la mañana, el desvío a la farmacia, la intervención de la vendedora, la chica con el malestar, el señor que le aplicó la crema, el olvido de la crema, etc. La reflexión la harán ustedes, solo sería conveniente preguntarse ¿tienen voltaren en su mochila? ¿Qué o quién es tu voltaren?

PD- El trayecto me llevo 10 horas y media pero llegue más entera que el resto de los días.
PD2 – «No pienses en el mañana, déjalo estar, casa día tiene bastante con su inquietud». Todos los trayectos tienen lo suyo, vivamos el de hoy, uno a la vez…

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